jueves, 10 de mayo de 2007

EMPEZANDO A CONOCERNOS

Continuando la vida de dos almas gemelas...

Tras pasar el control pertinente en el aeropuerto de Barajas, nos fuimos todos a embarcar al avión que nos llevaría al aeropuerto JFK de Nueva York.
Ya dentro del Boing, me venía a la mente mucha añoranza de mi gente, de mi tierra, de mis amigos... ya que yo me disponía a irme a un país que no conocía de nada. Pensaba incluso, en esa gente que me acompañaba, parecían buenas personas pero no los conocía de nada.
Me senté junto a Ramón y empezamos a charlar y conocernos un poco más. Como todos estábamos sentados cerca uno de los otros, podíamos ir escuchando lo que contaba cada uno.
Entre tanta charla y tanta atención a lo que sucedía en ese aparato, no nos dimos cuenta de que habían pasado ya 8 horas y media y ya estábamos cerquita de Nueva York.

¡Qué emocionante pisar suelo neoyorkino!

Ya en el JFK, nos fuimos a la zona reservada para los pasajeros que tenían que hacer escala y estuvimos en una cafetería para tomar algo ya en tierra.
Seguíamos las charlas y una cosa que me hizo mucha gracia fue cuando Ramón dijo de repente: "vaya, yo que no sé casi ni español, ¿cómo le voy a pedir algo a este camarero?" y a esto que el hombre le contesta: ¡anda! ¡Si sois españoles!". El buen hombre era chileno y por supuesto sabía español, y nos empezamos a reir tanto que no pudimos parar en un tiempo.
Cuando pasaron 2 horas aproximadamente, ya estábamos montado en ese otro avión que nos llevaría a Detroit que más bien parecía un autobús volador que un avión.

Al llegar a Detroit, fuimos por nuestras maletas y salimos fuera del recinto. Allí nos esperaba Deif, el que sería el instructor de River.
Se presentó y nos llevó a un minibús que él mismo conduciría para llevarnos por fin a la escuela en Rochester.
En una hora llegamos allá.

Todo fue como si llegaras a un hotel que no conoces que lo empiezas a tocar todo, curiosear todo, mirarlo todo...
Menos mal que al llegar nos dieron unos sandwiches de atún que estaban de muerte... o sería el hambre que teníamos... fuere como fuere, estaban buenísimos!

Eran las 7 de la tarde hora americana y la 1 de la madrugada ya en España, así que opté por no llamar a casa para avisar de mi llegada y lo hice al día siguiente.

Ya el domingo 24, lo único que hicimos fue conocer las instalaciones, y a nuestros compañeros americanos que ivan llegando. Ya ese día ívamos empezando a probar la comida americana.

Se me olvidaba decir, que al llegar nos digeron cuáles serían nuestras habitaciones y a mi me tocó con Ramón! (que buen amigo sigues siendo, Ramón...)

Ya desde el lunes hasta el mismo miércoles a la hora de comer, hacíamos ejercicios de reconocimiento de zona y orientación por la escuela y por Rochester con el instructor para que nos fuera reconociendo y evaluando.

Llegaba el día esperado, 27 de octubre de 1999, fecha que quedará grabada en mi vida porque fue cuando nos conocimos él y yo.

Después de comer, nos fuimos a las habitaciones y nos dieron instrucciones de que teníamos que permanecer sentados en nuestras camas hasta que nos trajeran a nuestro perro. ¡Qué nervioso estaba! ¡Mi momento se acercaba!

Cuando la puerta se abrió, oí que entraban Deif y Bárbara y desde la puerta empezaron a describirme mi River, me dieron todos sus datos y me lo acercaron a mi.
El pobrecito estaba o más nervioso o igual que yo, ¡menudos dos patas para un banco!

Yo le hablaba pero él me ignoraba, sólo miraba hacia la puerta, lloraba, y yo le hablaba y lo acariciaba... que delgadito estaba, que bonito que era, pastor alemán con esas orejotas grandotas y fuerte como un roble...

Transcurrieron los días y cada vez nos entendíamos más.
Empezábamos a ser un buen equipo aunque al principio no quería ni sentarse cuando le decía: "River, sit".

Nos lo pasábamos bien, la comida era aceptable, los americanos eran simpáticos también y el lugar también me gustaba.

Hice muchos amigos allí y pasamos muchos momentos divertidos con nuestros perros, como cuando cepillábamos a los mismos, Ramón siempre se metía con mi perro y yo al suyo y nos tirábamos horas rajando del otro...

Por las noches, siempre me contaba historias interesantes, y otros temas que mejor que queden en la intimidad mutua, jejejeje.

Cuando ya llevábamos mucho tiempo allí, ya empezábamos a hechar de menos el jamoncito, la tortilla de papas... y eso que la comida que ponen allá no es muy mala, pero ya estaba arto de ver salchichas de mil formas y sabores (alargadas, cortas, aplastadas, enrolladas, rellenas de queso... jejeje), hamburguesas, porrich (que fue lo más asqueroso que probé nunca...), y lo más sorprendente de todo, la buena fiesta que nos hicieron para celebrar Halloween.
Yo pensaba que las grandes fiestas americanas lo celebrarían bien, pero cuando nos sentaron en el comedor y nos vendieron un buen menú, al poco pudimos comprobar que si eso era un buen menú de fiesta, entonces no sé qué será la comilona que mi familia hace por Navidad porque el menú de fiesta de Halloween era una porción de pizza de 4 deos de gorda con vino afrutado... pero bueno, qué le vamos a pedir a una cultura tan inculta en gastronomía... jeje.
De todas formas, fue un buen día. Nunca viví un día de Halloween en américa.
Con respecto a la comida, lo mejor fue un día que nos llevaron a un restaurante y nos pusieron un peazo de filetón de buey ¡que estaba del carajo!

Volviendo a River, él cada vez se entendía más con migo, respondía muy bien a las órdenes y notaba que empezaba a quererme. Yo también a él.

Conocimos muchos pueblos de los alrededores como Royaloak, Birmingam, un parque natural grande que tenían allí y la ciudad, Detroit, que bonita, que río más chulo tienen allí, el río Míchigan. Me explicaron lo grande que era y me lo imaginaba... que bonito.

Así pasaron los días hasta que llegó la hora de irnos. Compramos unos recuerdos para la familia y al día siguiente, nos empezamos a preparar para irnos, 18 de noviembre de 1999 con un frío de muerte.

Próximo capítulo: UNA VIDA NUEVA

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me imagino la emoción del momento, yo que me pongo nerviosa hasta cuando quedo con una amiga de toda la vida para tomar un simple café, jajaja

un besito

Hermanita de la Caridad dijo...

Qué bueno que es River! Me acuerdo de cuando nos poníamos a jugar con la pelota y él solo quería morderla. Lo quietecito que se estaba mientras que jugábamos y pasábamos el rato.
Yo también le echo de menos!
Me alegro de que hayas vuelto y que hayas decidido hacerlo con este relato tan interesante y como homenaje para él.
Besos